La gravedad de las flores, de Gisella Mailen Scotta



Por Unidad Básica

Córdoba, 17 de marzo de 2019.-

*Los bordes dentados

El clavel es una de las flores más regaladas en el mundo, y como toda gracia popular hay una para cada anhelo: blancas para la paz, rosas de la amistad y rojas de amor y pasión. En cualquier caso, los anhelos y las flores tienen un punto de encuentro: el ritual. En 2018 invitamos a Gisella a trabajar juntas, imaginamos una acción que pudiera ser una ceremonia, una que evoque un espíritu de reparación sentimental y ciudadana. Por qué pedir menos, ¿no?

En su obra, la presencia de las flores es protagónica, desde razones biográficas (como ser parte de una familia que trabaja en un vivero), y también por su empatía con “el material”. La ambivalencia entre la vitalidad de una flor y la certeza de su condición efímera, el movimiento pendular entre esos aspectos es una de las claves del trabajo de Gisella. Su trabajo no es del todo vitalista, ni reina la pulsión oscura.

*Río y territorio

En el año 1829, en medio de las guerras civiles argentinas, unitarios y federales se enfrentaron en la ciudad de Córdoba en la Batalla de La Tablada. La gravedad de las flores es una acción situada entre el puente que lleva el nombre de esa batalla y el Puente del Trabajo, ambos sobre el río Suquía. Allí la artista trenza claveles que caen sobre el agua, en una ofrenda de domingo. Las flores navegan, y los caminantes acompañan ese movimiento que se orienta con la corriente del río hacia el sur de la ciudad. Ella desde una orilla, nosotros desde la otra, caminamos. Nos separa el río, nos une el agua. Desde el Puente del Trabajo, puede verse el edificio de la Empresa Provincial de Energía Córdoba y las campanas de algunas iglesias. El peso específico de las flores es su condición más leve, ni tan pesadas como para hundirse, ni tan celestiales como para no caer. El peso específico de los días nos mueve de la reparación a la posición.

*Cónico, fónico, cívico

Se oye la ciudad a orillas de la costanera. Gisella lleva una mochila metálica en forma de cono, que al comienzo está llena de claveles, y hacia el final vacía. La mochila descansa en su espalda y bien podría estar recogiendo las voces que el río arrastra. El Suquía es un tajo en la ciudad, un hilo vibrante esperando tormentas para limpiarse. Justo antes de que todo termine, la mochila geométrica se convierte en un megáfono acústico, que amplifica su voz, que nos dice:

Que no toco ningún instrumento / Y que estoy enamorada del grito que me pierdo en el río que me gustan los pliegues (los del agua) / Que a veces hablamos de cosas diferentes como de las estrategias del grito y de las puertas y de las partículas / Hablamos de la voz y de lo difícil que es romper la voz y de hacer un surco y de sembrar un surco / Como una boca hambrienta que sabe que en el filo de la montaña hay fuego.

UB es un museo sin sede fija, también se agita entre conceptos y materialidades, pendula entre dar amparo y estar a la intemperie, como los artistas tan próximos a estos temporales, al igual que los ciudadanos durante la porción de historia que nos ha tocado.

PH Corzo Ybasta + Eze Ruggieri