MENSAJE ORIGINAL #2 / junto a Editorial Amigas Íntimas, por Juan Laxagueborde y Emilia Casiva



La primera descarga eléctrica de Unidad Trifásica es un intercambio de mails entre Juan Laxagueborde y Emilia Casiva, editado y publicado por primera vez en septiembre de 2019 por la Editorial Amigas Íntimas. Agradecemos a Milagros Rojas y Catalina Berarducci la generosidad de compartir este Mensaje Original #2 con UB , en formato bits. Electrifíquese.

Mensaje Original #2

Emilia vive en Córdoba, la segunda ciudad más grande de Argentina. Juan vive en Buenos Aires y fue a Córdoba a dar una charla. Además, Juan estaba entusiasmado de poder ver la muestra “El club de los artistas ingenuos y otros socios” en el Museo Genaro Pérez, dónde vería obras a su juicio hermosas y acumuladas una al lado de la otra. Cuando Juan, que era el forastero, le preguntó a Emilia si había ido a la muestra que se llevaba a cabo en ese museo de su ciudad, Emilia dijo que no; y que no pensaba ir. Alegó que sospechaba de la muestra, no de las obras, decía que había algo impostado en el gesto de hacerlo y que todo tenía muy poco que ver con Córdoba, más allá de si le interesaba o no el arte ingenuo. De esa disquisición inicial surgen estos mails, que se mandaron una vez que Juan dejó la ciudad. Van y vienen del tema, pero permanecen en la pregunta por la relación entre manifestaciones culturales y lugar, entre estética y territorio. Son cuestiones de todos los tiempos, de todos los espacios.

Juan Laxagueborde

——– Mensaje original ——–

De: Emilia Casiva emiliacasiva@gmail.com
Fecha: 1/08/19 7:53 PM (GMT-06:00)
Para: Juan Laxagueborde
< juanlaxagueborde@gmail.com >
Asunto: Pueblo chico, Arte grande

Hola Juan, ¿cómo andás? Al final no fui a ver la muestra del Genaro Pérez sobre el club de los artistas ingenuos. Es que abrí los ojos y ya era agosto. ¿Te acordás lo que hablábamos en el barcito de Filo durante tu visita? Lo que quería expresar no era un diagnóstico, sino más bien un malestar. Parece que lo local estuviese obligado, por su corazón municipal, a ser ingenuo o inocente, y pensar en el rastrillaje de una tradición así en la ciudad de Córdoba a mí me suena impostado, o no, más bien me suena “importado”. Eso: un producto importado al que le cuelga un programa ajeno por detrás. Porque el malestar no viene del programa (no habría por qué ponerse incómodo ante un arte programático, ¿o sí?). Sino del efecto de su importación directa. Quizás tampoco sea eso. Quizás la forma de lo doméstico, en Córdoba, no tenga un pelo de inocencia. Lo que quiero decir es que a mí me gustaría colgar una muestra que se llame “Pueblo chico, arte grande”. En un pasillo, por supuesto.
PD: no tomo caña con ruda, aunque debería. Acá ya empezaron los vientos.

——– Mensaje original ——–
De: Juan Laxagueborde juanlaxagueborde@gmail.com
Fecha: 2/08/19 2:18 PM (GMT-06:00)
A: Emilia Casiva emiliacasiva@gmail.com
Asunto: RE: Pueblo chico, Arte grande

Emi: bueno. Del malestar veo que sale una referencia, algo más. Eso vuelve al malestar una condición para el matiz y el juicio. Como si quedarse dormida fuese una forma de soñar y recalcarse lo que no.
Creo que el problema de lo local es un tema a descifrar. Coincido en tu sospecha, pero también confío en que hay algo de la localidad, del quehacer municipal (soberanía de lo cercano), que habilita un encuentro con lo propio. Paradójicamente, para acercarme a tu postura, “lo de uno”, “nuestra cultura” y ese tipo de frases hechas, pueden ser cualquier cosa. Se dicen bajo una significancia vacía, cuando no se dicen de manera tremenda, con esa estética de ropa Cardón y de la politicidad salteña del gobierno de Urtubey, todo marrón y celeste. El pensamiento sobre la estética regional, zonal, local y sus derivas, corre el riesgo de caer en el tradicionalismo identitario, puede totalizar y eso es un problema bien de derecha. Pero me parece que hay que disputarlo. Que Borges, por ejemplo, trataba de disputar eso a los nacionalistas de su tiempo, siendo cosmopolita y prudente a la vez, valorando la esquina de su casa como si fuese un Rembrandt o un Pettoruti.
Pienso ¿Cuál sería la tradición cordobesa? ¿Cuál el contexto rector de la historia de su arte reciente? ¿Los años de querencia entre arte política y concepto no habrán tapado una estela más pegada al quehacer de domingo, al color y a la expresión sincera porque sí, contenta y sin rumbo? ¿No habrá artistas sin catálogo que rastrear y ubicar, aunque sea para saber que existieron?
Quiero decir además que no creo que sea una “importación”, como decís, más allá del gesto del museo y de sus ínfulas de evento y “novedad”. Habían allí obras preciosas, los Enrique Gandolfo, los Ana Wandzik, los Alzetta, los Tamara Domenech. Me parece que les espectadores podemos “aprovechar” una muestra así, más no sea para sentir que eso abre una estría en lo que éramos y por ende en el lugar de donde somos. Quizá habilite a investigar con el corazón adelante. El arte chico le dice al grande que sus intenciones y sus anhelos son relativos a las instituciones y su capacidad de identificar.
Le dice que todo está por verse.

——– Mensaje original ——–
De: Emilia Casiva emiliacasiva@gmail.com
Fecha: 3/08/19 3:55 PM (GMT-06:00)
A: Juan Laxagueborde juanlaxagueborde@gmail.com
Asunto: RE: Pueblo chico, Arte grande

Sí, coincidimos en disputar lo local. Sobre todo si lo local se vuelve estilo. Es que últimamente pareciera que a esa expresión sincera a rescatar (y no hablo del poncho de Urtubey), la componen ciertas formas, paletas, y temas prefigurados de antemano. Y ahí el encuentro con eso “propio” se complica. Si lo doméstico se volvió estilo, y encima le asignamos el valor de juzgar la autenticidad de todo gesto, entonces nada queda por verse, no habrá sorpresa ni intriga. En ese terreno, ponerse a buscar las obras perdidas de los artistas domingueros pierde la fuerza de abrir estrías, y en el mejor de los casos, se vuelve curaduría de institución (algo que, como lo “programático”, no creo que deba asustarnos ni incomodarnos, pero creo que aquí estamos hablando de otra cosa, no?)
¿El gesto calculado y exacto no puede ser local también? ¿Una geometría generativa de grandes dimensiones (una pintura por ejemplo de Moisset de Espanés) debe sí o sí borrarse del catálogo de lo local? La soberanía de lo cercano puede estar en la mirada sobre tal esquina, pero también en el modo en que nos relacionamos con un fantasma. No puedo evitar sentir que por los corredores de la tradición cordobesa, vaga el viejo espectro de la razón, y que hay muchas obras perdidas que de buen gusto conviven con él. Es el fantasma sensible de esta ciudad, que insiste en el orden y la inteligencia de las formas. Digamos que esa racionalidad insiste, y como todo fantasma, nos reclama. Pasa que no existe el fantasma inocente o ingenuo: si ha quedado dando vueltas entre nosotros, por algo será.

——– Mensaje original ——–
De: Juan Laxagueborde juanlaxagueborde@gmail.com
Fecha: 5/08/19 12:08 PM (GMT-06:00)
A: Emilia Casiva emiliacasiva@gmail.com
Asunto: RE: Pueblo chico, Arte grande

Emi, buen día. En realidad buen mediodía.
Ante todo me parece encomiable que no uses la palabra “moda” para referirte a lo chico, doméstico o municipal. Hay una pereza para pensar eso y la palabra “moda” sustituye cualquier crítica corrosiva verdadera. Cuando alguien ejerce un comentario desdeñoso tras esa palabra se pone obvio, tautológico. Por eso me interesa cómo lo planteas vos: porque moda y estilo no son lo mismo para nada. Que rescates la palabra estilo para referirte a lo chico, doméstico o municipal en términos estéticos, nos devuelve a pensar el sedimento del tiempo en las maneras del arte. Nos remonta de nuevo a las deudas con lo que quedó trunco por la industria del arte y sus secuaces grandilocuentes. Nos hace acordar a los fantasmas de nuestra melancolía que sospechan que algo no nos llegó. Nos entusiasma lo que está por verse y lo que puede descubrirse en la verdad que el propio sistema del arte, en sus historicismos y meneos de lo que está bien y no, dejó de lado. Digamos que ahí el espectador se convierte en un revolvedor de cosas viejas para hacer tiempo y traerlas acá, para hacerles lugar. Es que no hay naturaleza del arte, como en casi todo, sino que hay algunas verdades que pueden más que otras, unas imágenes que se retienen más que otras. Por otro lado, nadie dice que el arte de domingo, la sencillez, sea la única autenticidad. Lo que me parece que estoy pensado es hasta qué punto “la autenticidad”, justamente, no es de derecha en general, cada vez que se la trae a la mesa. Tan de derecha como la vocación de federalismo exagerado y rosquero. El federalismo, el arte local, las regiones y los estilos según territorios, culturas o cosmovisiones situadas, hablan más de lo abigarrado del “mundo del arte” que de lo transparente en que se ha convertido el “sistema del arte”.
Quiero decir que no hay cháchara mayor que la de suponer que la razón gobierna sin sospechar de esa razón. Que sea fantasma, como decís, es que sea sospecha, creo. Por lo demás, también la pavada expandida es sospechosa, pero sin pavada no se puede pensar por afuera.
Un abrazo.

——– Mensaje original ——–
De: Emilia Casiva emiliacasiva@gmail.com
Fecha: 7/08/19 10:44 AM (GMT-06:00)
A: Juan Laxagueborde juanlaxagueborde@gmail.com
Asunto: RE: Pueblo chico, Arte grande

Qué lindo mail, Juan! Pensaba que los sedimentos del tiempo se cocinan sin cronología. Que si el mundo del arte, a diferencia del sistema transparente del arte, es abigarrado, lo es por esa forma de cocinarse que tiene el tiempo. También por eso me demoro al nombrar las obras y artistas en los que pienso mientras nos escribimos, porque no quisiera caer en la trampa del canon, las tendencias o –menos – las listas (estas últimas, porque al final nunca se juegan por nada). Es que no solo sería puro “bla bla” suponer que nos gobierna la razón, sin dudar de ello en el mismo acto, sino también sostener que todo es deriva, contingencia y azar, sin sospechar alta manganeta por detrás de ese discurso. Otra vez: ningún temor al programa. El programa puede ser táctico, mudarse. Reconoce su época y la habita. No sería un problema que el arte chico, la pos-ingenuidad como dice al pasar Claudia del Río, fuera un programa. El problema sería que se vuelva un canon, o –del otro lado del arco- una lista.
En estos días estuve recordando las obras de Belkys Scolamieri. Belkys pintando palitos. Repartiendo sus papeles, todos los diciembres, unos que dicen “pedí un deseo”, sobre el dibujo de un pensamiento. Dando clases. Convirtiendo su departamento en una cámara oscura para que quienes la visiten, vean en una función casi privada, la ciudad dada vuelta. Belkys hace más de diez años que escribe en su blog, y eso también es porque sí, y eso de “expandido” no tiene un pomo. Es un obrar tremendamente material, diminuto, y absolutamente doméstico.
Sin embargo, me animo a sospechar, ya que la sospecha es una máquina para delirarnos. Sospecho que los curadores no colgarían obras de Belkys en una muestra de arte chico. Porque son obras que no gozan de una visualidad inmediatamente identificable como ingenua. Pese a que –además!- Belkys fundó y sostuvo Casa 13 durante años, lo que es lo mismo que decir que creó, en Córdoba, la generación de los lazos sociales como estilo.
Las suyas son de esas verdades subterráneas, que pueden más que otras, como bien decís. Quizás sea eso lo que quiero pensar como auténtico.

——– Mensaje original ——–
De: Juan Laxagueborde juanlaxagueborde@gmail.com
Fecha: 7/08/19 8:26 PM (GMT-06:00)
A: Emilia Casiva emiliacasiva@gmail.com
Asunto: RE: Pueblo chico, Arte grande

Emi. Sé que mi síntoma es la melancolía. Tengo que quedarme ahí y discutir un poco con ella. Tus palabras contribuyen un poco a la cura. Por otro lado, estoy seguro de que cualquier emoción confirma el sentimiento y que es difícil escapar a una predisposición bien arbitraria, bien subjetiva, como es la de creer en “lo primero que nos pasa”. Obviamente lo espontáneo está estructurado también como un lenguaje. Razonamos azarosamente, nos mantenemos en el límite de la legitimidad perceptiva y estamos con les demás sin tanto estar afuera. Es que no hay afuera, pero paradójicamente la única manera de pensar esa totalidad es no creyendo en las totalidades, diciendo unas verdades que solo pueden serlo en su “así nomás”, no porque sean estupidez, sino porque son precarias y raras en torno a “lo que hay que hacer” o “lo que hay que decir” en determinada condición. Con esto me refiero a que por ahí surgen las verdades en un arrebato, que se había sedimentado de pavadas, falsedades, rutinas y alienación. De repente el arte nos dice que un leve acorde o un color o una visión ladeada de la imagen nos lleva al punto primero y último de las palabras, para pensar a partir de ahí de otra manera, aunque no manejemos esa manera, aunque no seamos totalmente conscientes de ese ritmo logrado nuevo. Me parece que para llegar al estilo hay que despedir la técnica.
Con respecto a la pos-ingenuidad estoy, como generalmente, muy de acuerdo con Claudia del Río. De hecho ayer fui especialmente a ver una muestra de “Arte naif latinoamericano” en el hall central de la Bolsa de Comercio, en el microcentro de Buenos Aires y pensaba algo que se palpa viendo la mayoría de las obras. Lo naif como formato, como protocolo y como doctrina heredada sin ton ni son del aduanero Rousseau. En varies había una intención de pintar a como dé lugar imágenes rarísimas, pero en muches había naturalización del color y la perspectiva ingenua, que les volvía pintores de la razón de la parte bursátil que tiene también lo naif como programa de vida. Si tenés ganas de investigar, me gustaron mucho Wilson Salas Valdivieso, Fabiana Hartilich y Alicia Arias.
Por último, estoy de acuerdo con la hipótesis del arte de los lazos sociales como arte chico. El punto es qué promesa y qué expectativa (qué lazos en concreto) fomentan un programa así, por más chico que sea. Lo de Belkys Scolamieri es así, claro. Pero no importa si alguien lo pondría o no en tal muestra, importa que funcione como mito propio, como capricho para la emoción. En ese momento lo convertís en una forma para la acción y la predisposición a lo grato y radical que el arte puede tener, empujando también a una idea colectiva, donde lo más pavo sea a la vez más exquisito. Esto es arbitrario y caótico, según el gusto final del espectador conmovido. Porque me parece que esa sensación que se vuelve conocimiento, verdad, es en definitiva lo irreductible y misterioso de cualquier pensamiento sobre lo estético.
Abrazo grande.

——– Mensaje original ——–
De: Emilia Casiva emiliacasiva@gmail.com
Fecha: 8/08/19 4:25 PM (GMT-06:00)
A: Juan Laxagueborde juanlaxagueborde@gmail.com
Asunto: RE: Pueblo chico, Arte grande

Ok, pintar y escribir a como dé lugar. Pero sin dejar de pensar las condiciones de esa escritura, como un movimiento para no volverse reaccionario. ¿Cuáles son las condiciones de escribir y pintar lo chico hoy? No creo que pensarlas implique ir hacia un afuera que, como vos bien decís, no existe.
Recuerdo un posteo en Facebook de Pablo Rosales, en medio de las negociaciones de Macri con el FMI, en el que Pablo decía: “Adiós Artista como Trabajador, fue bueno mientras duró. Hola Romanticismo, nunca te fuiste”. Pensar las condiciones de lo que hacemos no mata ni lo que está vivo mientras se escribe (o se pinta), ni el romance, ni la creencia “en lo primero que nos pasa”. Más astuto que cínico, creo que Pablo está señalando que, si bien no hay totalidades, lo propio de la astucia bien entendida es tener un ojo en la época, mientras caminamos sin ton ni son. ¿Será esa la famosa mirada estrábica? La táctica de quien salta de aquí para allá: del sindicato al club, del ministerio al zaguán. Como dice la canción, una mente continua mantiene la incoherencia.
pd: acá volvió el frío.

——– Mensaje original ——–
De: Juan Laxagueborde < juanlaxagueborde@gmail.com >
Fecha: 8/08/19 5:27 PM (GMT-06:00)
A: Emilia Casiva emiliacasiva@gmail.com
Asunto: RE: Pueblo chico, Arte grande

A esta altura vuelve la metáfora de lo que se hace como una isla de errores: la vida, las prácticas, las ganas. Pero tomo la idea de cierto romanticismo que me parece, habilita a tomarse en serio lo inocente. En esa paradoja estamos entrampados en estos dimes y diretes de los mails que nos mandamos.
Confío en demorarse ante una mesa servida (el arte como bodegón) y alcanzar la tarea de conformarse con lo que se da como vacío y alegría: como contentura. El espectador puede ser prudente y austero, pero imaginante: como le cuadra a una persona vital.
Me parece que tu mail, al terminar con una cita de Francisco Bochatón, nuestro último cantor surrealista, es una manera de empezar todo de nuevo. Podría diluirse todo tras esa frase que liquida y abre, porque así funciona la incoherencia. Un poco me condiciona y la tomo y otro poco la ignoro para seguir. A mí me gusta mucho una canción de Bochatón que juzgo pertinente y empieza así:
Del color de la fuerza que me dió / la belleza me quitó / un ramo que le pedí / que le pertenece.
Solo estoy creyendo para adelante en una vida dubitativa con respecto al lugar de lo verdadero, lo bello, lo justo. Están en algún lugar, pero vamos a ver si podemos verlos un momentito.
Abz

——– Mensaje original ——–
De: Emilia Casiva < emiliacasiva@gmail.com >
Fecha: 8/08/19 5:55 PM (GMT-06:00)
A: Juan Laxagueborde < juanlaxagueborde@gmail.com >
Asunto: RE: Pueblo chico, Arte grande

Hay otro hombre al que “le cuadra”, quizás no sea la persona vital pero es el hombre despierto. Es feliz, y lo confiesa: soy feliz, soy un hombre feliz. Alcanza la bella tarea de conformarse: vive en un país libre, tiene sus cantos y una mujer. Su contentura. Sabe que la libertad de su país puede durar un instante, y la disfruta.
Ahora bien, en el mismo acto, el hombre feliz no puede evitar recordar a los muertos de su felicidad. Y les pide perdón. Esa es su melancolía, y quizás ese sea su romanticismo.

——– Mensaje original ——–
De: Juan Laxagueborde < juanlaxagueborde@gmail.com >
Fecha: 13/08/19 4:32 PM (GMT-06:00)
A: Emilia Casiva < emiliacasiva@gmail.com >
Asunto: RE: Pueblo chico, Arte grande

Bueno. Vuelvo después de unos días. Quedan en el aire tus glosas a la canción de Silvio Rodríguez, y puede ser que mi manera de usar “le cuadra” provenga de ahí. Entre mis canciones de infancia estuvo esa.
Quería decir, en todo caso, una sola cosa: casi para permitirme partir un poco lo que veníamos conversando. Estaba pensando de qué manera seguimos afectados por un territorio en presente. De qué manera nos mantenemos en un lugar, en una porción material de espacio, pensando ese espacio, relativo a otros espacios y al tiempo, pero tomado en sí mismo como unidad. El conjunto no es lo mismo que la totalidad, la totalidad no es todo, pero quería llegar a pensar cómo podés pensar vos en Córdoba como “mi Córdoba”, o yo decirte “tu Córdoba”; que por supuesto no es de nadie, pero es más de quien la habita. En cambio, Buenos Aires, se vuelve propiedad solo en el tango “Mi Buenos Aires”. Es la ciudad en la que no se está y se añora, pero cuando se está, se la naturaliza.
Porque en definitiva, de lo que empezamos a conversar y en lo que nos quedamos parapetados pensando, es en si existe un estilo, o un género, o una tradición, que no esté atada a un espacio social determinado. No sé si existen las tradiciones cordobesas, pero estoy seguro que se me desdibuja la posibilidad de hablar de tradiciones porteñas. No sé bien por qué. Apuesto a que seguramente tiene que ver un poco el carácter universal, espantoso y alucinatorio que la propia ciudad (que es particular, imperfecta y parte) se adjudica a sí misma. Me voy a poner a releer La cabeza de Golitah para el próximo mail.
Abz

——– Mensaje original ——–
De: Emilia Casiva < emiliacasiva@gmail.com >
Fecha: 14/08/19 11:00 AM (GMT-06:00)
A: Juan Laxagueborde < juanlaxagueborde@gmail.com >
Asunto: RE: Pueblo chico, Arte grande

Hablando de estilo, me gusta el “le cuadra”, tan lejos del “le cabe”, soberbio y resentido. Encuadrar, enmarcar, rodear las cosas para mirarlas.
Creo que territorio e infancia vienen juntos (orígenes de cualquier ficción) y como nada estuvo más lejos de mi infancia que esta ciudad en la que vivo hoy, quizás por eso nunca haya podido naturalizar ningún “mi Córdoba”: por ser extranjera suya. ¡Me suena tan raro cuando lo decís así! Pero al mismo tiempo me lleva a pensar que, quizás, una leve medida de extranjería sea condición para imaginar un tiempo y un espacio, aún a sabiendas de que su unidad será medio inventada cada vez que se la nombre. Una leve medida de extranjería que no traiga de suyo la mirada objetiva, sino que se parezca más bien al estrabismo del que hablábamos antes. ¿Por qué una distancia chiquita, no podría ser un vínculo sensible, dictado por el sentimiento hacia el espacio y el tiempo? Una mirada de la que se escurra un extrañamiento ligero, ese temblorcito de no corresponder.
En estos días leí tu nota en el último número de Segunda Época y pensé de nuevo en el estilo, y en los materiales. Para volver a la muestra en el Museo Genaro Pérez de Córdoba, de la que hablábamos al principio, se me ocurre pensarla como un acto de enunciación (y no hay acto de enunciación sin marco, sin cuadro). Entonces creo que allí el programa ingenuo se hace sistema. Parafraseando tus palabras, diría que de lo que más tiene es de producción entendida como una serie de procesos para l legar a un mensaje declarado no en las obras, sino en la totalidad de la muestra pero sin el peso de ellas. Las obras podían estar allí haciendo fuerza para desmentirlo, pero esa fuerza organiza la sorpresa, y por ende la liquida al mejor precio.
Igual acá seguimos, meta hablar de tradiciones y meta inventarlas.
Te quiero mucho!

Amigas Íntimas es un proyecto editorial que publica textos creados por artistas, novelas, ensayos, poemas, relatos, proyectos, conferencias.
Amigas Íntimas surge de la necesidad y el vínculo del arte con la escritura, de su relación amorosa y fraternal. Transnacional, transgeneracional, transgénero, Amigas Íntimas no creen en los límites, es expansiva.
Pensado como un proyecto mutante, no tiene un formato rígido, cada publicación se transforma en relación a su necesidad. Independiente y subjetiva, diseño y contenido se renuevan en cada edición. Amigas Íntimas tiene entonces como objetivo principal la difusión de la palabra escrita de artistas contemporáneos sea cual fuere su experiencia, con el fi­n de documentar y poner en evidencia estas relaciones.
Amigas Íntimas es un proyecto editorial de Milagros Rojas y Catalina Berarducci.

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